Hoy me he encontrado este relato que escribí para el taller de narrativa el 4 de diciembre de 2019, pocas semanas antes de comenzar el 2020, este año que ninguno esperábamos. La tarea de la semana era escribir algo de ciencia ficción (crear otro mundo futuro, una distopía… algo así). Yo escribí esto y, al volverlo a leer, he sentido algún que otro escalofrío. Espero que os guste:
2020
—Señora, buenos días, hora de despertarse. Hoy es lunes.
—Buenos días Alicia, ¿Qué tal ahí fuera?
—Imposible salir señora. La temperatura ha subido un grado más y el aire es irrespirable.
—Ponme un café por favor, enseguida bajo a la cocina.
Mientras Alicia activaba la cafetera, Laura se terminaba de despertar para comenzar una nueva semana. Trabajar desde casa te quitaba la molestia de tener que vestirte cada mañana pero ella no concebía bajar al despacho con el pijama, así que escogió algo cómodo y bajó atraída por el aroma del café.
—Alicia, hoy toca hacer la compra, dejé la lista memorizada en el frigorífico anoche. Encárgate por favor. Y ponme en conversación con mis hermanos.
—Lo siento señora pero no responden ¿lo sigo intentando?
—No, déjalo. Estarán muy liados. Los echo de menos, viven tan lejos. Y este maldito clima insoportable… no invita a salir de casa. Pasear se ha vuelto imposible y para sentarnos a charlar en un salón prefiero una videoconferencia. Me evita el tener que ponerme una mascarilla nada más salir por la puerta. Intentaré hablar con ellos esta noche.
—¿Quiere revisar la agenda señora?
—Nah, ¿para qué? No tengo ningún acontecimiento social al que acudir. Sé que tengo que llamar al jefe de departamento para informarle del avance de mi trabajo. Lo único que he hecho este fin de semana ha sido meter datos y más datos.
—¿Le pongo en conversación con el señor Villar entonces?
—No, aún no. Le mandaré un e—mail más tarde. Voy a correr un rato. Necesito estirar las piernas.
—¿Qué ruta quiere hacer hoy?
—La del Parque Nacional. La que pasa por el arroyo y dura unos siete kilómetros.
—Estupendo señora, cargo esa ruta en el visor virtual de la cinta de correr. Le pondré el programa de primavera, es la época más bonita para esa ruta. Que la disfrute. ¿Quiere charlar con alguien durante la ruta?
—No, prefiero correr sola.
Laura bajó al sótano y llegó hasta la cinta de correr. Se colocó las gafas y los auriculares y se vio inmersa en el Parque Nacional. Correría siete kilómetros por ese hermoso paisaje que ahora sólo existía en aquellos programas virtuales. Cuando se compró ese modelo de cinta deportiva lo hizo porque incluía un componente de inteligencia artificial que te permitía correr en compañía de otra persona y poder charlar con ella. Sin embargo, después de un tiempo empezó a cansarse de aquello. En el fondo aquella persona no existía. Podría tener una conversación interesante pero algo fallaba… Al fin y al cabo, nunca podría compartir de verdad con aquel ser inteligente lo que dolía el pecho cuando corrías a una velocidad excesiva o lo liberador que era ese momento de agotamiento cuando tu cuerpo soltaba endorfinas para hacer frente al duro ejercicio. Así que, ahora, casi siempre hacía las rutas en solitario.
—Alicia, he acabado, ponme algo de música que me voy a dar una ducha y me pondré a trabajar.
—¿Qué le apetece oír?
—Algo clásico. U2, por ejemplo.
Las notas de With or without you comenzaron a sonar por toda la casa. Había descubierto ese grupo hacía cinco años cuando escuchó las memorias que su bisabuela había dejado grabadas. En ellas contaba que su madre era una gran seguidora de ese grupo y la llevó siendo pequeña a ver su último concierto. La forma en la que relató cómo era vivir la música en directo la dejó impresionada. Al parecer en aquella época hacían conciertos en vivo, en enormes lugares en los que se reunían miles de personas al aire libre. Casi dos siglos después aquello era sólo un recuerdo que, de no ser por las empresas que grababan las memorias de las personas cuando iban a morir, se hubiera perdido. Cuando escuchaba aquella antigua música se imaginaba en los conciertos que su bisabuela narraba con tanta pasión.
—Señora, perdona que la interrumpa, hoy me toca revisión por lo que estaré ausente unas horas. Ya he dejado la compra encargada. El dron de reparto lo dejará en la puerta de acceso en dos horas. Serán catorce bandejas en total, almuerzo y cena para la semana.
—Gracias Alicia. Puedes irte.
Entonces Laura pronunció la frase “Revisar y actualizar sistema Alicia versión tres punto cinco” y la casa quedó en absoluto silencio.
A veces la actualización de Alicia podía tardar muchas horas, incluso más de un día si había que modificar algún componente de la base de inteligencia artificial y, entonces, la soledad más absoluta la invadía. Ojalá pudiera hablar con sus hermanos esa noche.
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