Nací hace ya mucho tiempo, en un lugar privilegiado, hija de un poderoso señor. Fui bendecida con un futuro en el que todo estaría a mi alcance, todo excepto la libertad, porque mi destino estaba escrito desde el mismo momento de mi creación: ser la esposa de alguien, la mujer en la sombra. Cuando alcancé la edad adecuada conocí al que sería mi compañero para toda la vida, pero el que nunca sería mi igual. Por nuestras venas corría sangre del mismo color, ambos éramos un amasijo de huesos y carne, pero me dejaron muy claro desde el primer momento que yo siempre debería estar por debajo de él: cubriendo sus necesidades, cuidando su cuerpo, su mente. Dispuesta siempre, servicial siempre, suya siempre. Eso era lo que mi padre esperaba, para lo que había sido concebida, pero a medida que crecía, mi espíritu se rebelaba contra sus designios, fue entonces cuando empezó a temer que su plan fracasase.
Y una noche escapé, envuelta en las sombras, sin más equipaje que mis ansias de libertad. Dejé el paraíso para ser yo misma, para escribir mi destino y ser dueña de mi cuerpo. Un acto que dejaba en evidencia el poder de mi padre, ¿quién era aquel que ni siquiera podía controlar a su estirpe? y abría una ventana a otras mujeres que deseaban ser algo más que la costilla de sus esposos, que no se sentían menos que ellos, que no entendían su preeminencia. Cuando se tiene poder se puede cambiar incluso la realidad. Mi padre y todos aquellos que temieron por las consecuencias de mi modesta rebelión se encargaron de hacerme desaparecer. No, no buscaron mi muerte, su castigo fue aún más cruel, decidieron borrarme de la historia. Y por si alguna me recordaba se encargaron de convertirme en alguien a quien no debe imitarse, en el mal personificado, envuelto en un cuerpo de extrema belleza. Mi inteligencia, mis ganas de aprender, de tener libertad de elección fueron sustituidas por una personalidad con la que no nací. Crecieron las leyendas sobre mí, reescribieron la historia hasta que fui la mujer que huyó del paraíso para llevar una vida vacía: teniendo sexo con todos, matando a su descendencia, embaucando a hombres para lograr mis propósitos. Nada más lejos de la verdad. Pero a pesar de todos sus esfuerzos no acabaron del todo conmigo. Me convertí en esa llama que ha brotado en el corazón de tantas mujeres a lo largo de la historia. Esa chispa de consciencia que las ha animado a romper barreras, a forzar los cambios. Soy el espíritu que habita en todas aquellas que nunca serán reconocidas, porque otros han querido borrarlas de la historia. Soy Magdalena convertida en prostituta, soy Christine de Pizan que solita estaba y solita quería estar, soy la conocida Curie y las olvidadas como Meitner o Franklin. Corro por las venas de todas aquellas que decís basta, y broto en las lágrimas de las que no podéis decirlo. Me destapé con la minifalda, pero también sigo latente debajo de los burkas. Soy la niña que juega a las casitas y la que da patadas a un balón. Soy la trabajadora, la madre, la esposa, la amante, la amiga, la luchadora. Pero aún no me he presentado, soy Lilith la primera mujer, y esta es mi verdadera historia.
8 Comments
Me ha encantado , como en tan pocas palabras has podido expresar todo el lastre que aún en nuestros días acompaña a la mujer . Enhorabuena
¡Muchas gracias!
Buenísimo, cómo todos los que te he oído y leído, esperando a octubre.
¡Gracias Paca!
Me he llegado a emocionar, identificar y sentir cada palabra sobre esta lucha que cada mujer defiende como puede pero que nunca nos rendiremos en ella y seguiremos pasito a pasito hasta conseguir la igualdad y con ella la libertad.
¡Muchas gracias! <3
La otra Eva.
Muy interesante forma de plantear tan extenso tema.
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