Tiempos modernos
Hoy me he acordado de este relato, ya que charlando con unos amigos hemos hablado sobre dejar la mente en blanco, un ejercicio sano pero que, al parecer, a las mujeres nos resulta misión imposible. Espero que os guste:

Cierro los ojos. Respiro profundamente, una vez, dos veces. Vamos, vas muy bien, Isa, así. Concentrada. Visualiza una bolita roja que está en tu pie derecho. La bola va subiendo… Esto es una tontería. Con la de cosas que tengo que hacer. Mil cosas tengo que hacer más importantes que meditar. Bueno venga, la bolita, ¿Dónde la tenía ya? Ah, en el pie, todavía en el puñetero pie. Por cierto, una de las cosas que tengo que hacer es llevar los zapatos de mi Lucía a arreglar, que se los quiere poner el sábado para salir con las amigas. Se los voy a llevar yo luego, que la pobre mía está muy cansada de tanto estudiar, siempre enredada con el móvil porque tiene que hablar con las amigas sobre la cantidad de deberes tan grande que tienen. Venga, mente en blanco, a ver si consigo meditar los cinco minutos que me ha dicho el médico. Vaya con el doctorcito nuevo. Va de moderno. Una va con una poquita de taquicardia y en vez de pastillas me dice que medite. ¡Como si no tuviera nada que hacer! El anterior me mandaba unas pastillitas buenísimas que me tomaba con un vasito de leche por las noches. Este es un hippi que no quiere química. Por cierto, el niño tiene un trabajo de química y le tengo que comprar cinco cosas que me ha encargado. Iba a ir él pero lo han llamado los amigos y ha salido pitando. Seguro que van a hacer deporte, que mi niño es un futbolista de primera. A ver, céntrate Isa, la bola roja. Respira hondo. La bola roja ya va por la cintura. Tengo que arreglarle la cintura de la falda a mi Lucía, que la quiere estrenar este sábado. Y me dice el médico que las taquicardias se curan pensando en mí. ¡Ja! Pero si yo pienso en todas mis cosas: mis hijos, mi casa y mi marido, mis cosas. Estas modernuras de la meditación no valen para nada. Pero bueno, voy a intentarlo unos diítas, luego voy y le digo que no funciona. Y que me mande mis pastillitas. ¡Las pastillas de mi Antonio! ¡Las del azúcar! Tengo que recogérselas de la farmacia esta tarde. Hoy hay partido y seguro que abusa un poquito de la cerveza. No vaya a ser que le suba el azúcar y no tenga yo las pastillas aquí. Cuidao con la de cosas que tengo que hacer… y yo pensando en una bola roja aquí sentá como un indio. Respiro hondo y veo la bola por el cuello, lo recorre una vez, de arriba abajo, de abajo arriba ¡la azotea! Que no he recogido la ropa. Tiene que estar más tiesa…

Venga Isa, relájate. Dos minutos pensando nada más que en la bola. Toma aire, suéltalo despacito, despacito, ¡me encanta esta canción! ¿Cómo decía la letra? Des – pa – ci – to quiero respirar, la la la. ¡La bola! ¿Dónde tengo ya la bola? Ya va por la cabeza, ea, pues ya he meditado cinco minutos, los mismos que he perdido. Nada, nada, voy a darme prisa que todavía tengo que hacer el almuerzo de mañana, la cena de esta noche, el bocadillo de mi marido para el fútbol y recoger los cuartos de los niños. ¡Qué medite el doctorcito! Que para eso es funcionario.

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